«Dicen que los caminos tienen ojos. Que los caminos nos hacen conocer, que el camino te guía, pero hay que abrir bien los ojos para no terminar tropezando. Los hombres que caminamos conocemos el corazón de las personas.
Yo puedo decir que está determinado por el lugar donde se vive. Si es que viven en las estancias, solo criando animales, el corazón es totalmente distinto. Eso no es bueno ni malo, es simplemente así. Otras personas, donde hay bastante producción de la tierra como donde hay frutas, tienen otro corazón. Y hay otros pueblos que viven rodeados de vegetación, flores, y también tienen otro corazón.
Y no solo por el lugar donde viven sino también de acuerdo a cómo está el tiempo. Si estamos en época seca, todos estamos tristes, viendo que todo está amarillo, sin verdor. Pero cuando empieza a llover los prados empiezan a reverdecer. Las chacras también empiezan a producir y las plantas a florecer. Junto con ellas nuestro corazón también reverdece.
Cada uno de nosotros, de acuerdo al lugar donde vive, a los productos que siembra, abre su corazón de determinada manera. Y nosotros mirándonos, tenemos que querernos nomás. Donde sea que vivamos, sea como sea nuestro pensamiento así, queriéndonos, caminaremos.»